El entrenador madridista es dialogante, cercano y siempre intenta entender a su jugador. No es amante de las broncas públicas y mantiene una cercanía constante con todos los futbolistas ya sean suplentes, titulares, estrellas o canteranos. No hace distinciones, y de hecho, ha sido muy habitual verle ‘mimar’ a jugadores con poco recorrido en el primer equipo como el canario Jesé Rodríguez o canteranos como el parleño Borja Mayoral.
La sala de prensa es otro de los lugares donde Zidane pretende forjar una buena relación con los futbolistas; en ella, ante los micrófonos, y casi siempre con una sonrisa en la boca, el galo defiende a capa y espada a los suyos. Cuando las cosas funcionan, elogia sin cesar a los jugadores y cuando van mal, se atribuye toda la responsabilidad.
Actúa con el mismo método que Ancelotti, un hombre que en apenas unos meses se ganó a todo el vestuario. Es cierto que el Real Madrid necesita mejorar tácticamente, que sigue acumulando problemas futbolísticos pero en el apartado de la relación con el vestuario, Zidane ya ha dado el primer paso y quizás el más importante, que los jugadores crean en él.
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